Un no-fumador es alguien que no se
arrepiente de dejar el tabaco y no ve razón alguna para volver a fumar.
Alguien que sabe que puede disfrutar la vida y manejar cualquier
problema igual o mejor que cuando fumaba.
Has
alcanzado un punto en el que ya sabes que puedes vivir sin tabaco, pero
todavía tienes la sensación de haber perdido algo en tu vida o de que si
las circunstancias cambian podrías recaer. Combatir estas falsas
creencias es el último desafío en tu camino a la liberación del tabaco.
En los siguientes textos, te aconsejamos sobre cómo afrontar algunos de
los problemas más corrientes que se experimentan al dejar de fumar.
No saber qué hacer con las manos
Esto es algo normal porque, después de todo, tener un cigarrillo en la
mano era casi como una extensión de ti mismo. La solución es bastante
sencilla: encuentra algo que hacer con ellas. Por ejemplo, garabatear
con un bolígrafo o estrujar una pelotita antiestrés. De este modo
descubrirás que el problema se resolverá solo en poco tiempo.
Perderse cosas importantes
Es el momento de pensar si de verdad te estás perdiendo algo por no
fumar y si de verdad necesitas reemplazarlo o, por el contrario, puedes
encontrarlo de otras maneras. ¿Crees que al dejar de fumar has tenido
que renunciar a alguna actividad de tu interés o que te estás perdiendo
algo importante? Si tu respuesta es afirmativa o dudas en ella, lo
siguiente que has de preguntarte es "¿podría seguir haciéndolo a pesar
de que ya no fumo?" Si tu respuesta no es negativa, ve e inténtalo.
Dejar de fumar no te impide hacer nada, si bien hay algunas cosas (como
relacionarte con tus amigos fumadores) a las que puedes tardar en
acostumbrarte. Por ejemplo, no hay razón por la que no puedas acompañar a
tus amigos fumadores cuando salgan a fumar o en cualquier ocasión. Si
de todos modos piensas que no puedes encontrar cómo sustituir el tabaco,
presta atención a las "tretas" que te sugerimos más adelante. Hay una
solución para cada problema, te toca a ti mismo examinar las
alternativas y hallar la que mejor te vaya.
Recuérdate
que no necesitas abandonar las actividades que valoras, pero que
necesitarás actuar de forma diferente en algunas circunstancias para
protegerte de la tentación de fumar.
Es sabido cuan
duro puede ser cambiar de hábitos y rutinas, pero ten presente cuántas
veces un pequeño cambio puede suponer una gran diferencia.
Cuando se enfrente a situaciones de "alto riesgo", métete en ellas con
un plan claro y actitud positiva, encáralas y no te disculpes por tu
nueva vida. ¡Mantente firme y descubrirás que los beneficios a largo
plazo compensarán con creces los inconvenientes a corto!
Perder capacidad de concentración y rendimiento en el trabajo
Con el tiempo, habías organizado gran parte de tu vida en torno al
tabaco, tanto en lo que se refiere a las acciones que implica como a la
introducción de nicotina en tu sangre. Aprender a concentrarte sin
tabaco puede llevar algún tiempo y requerir la creación activa de nuevos
modos de organizar tu vida.
Si tienes problemas para
concentrarte asegúrate de tomarte descansos regulares. Empieza por
encontrar cosas distintas que hacer en los descansos que antes usabas
para fumar (por ejemplo: caminar, beber agua, hacer ejercicios de
respiración o charlar con alguien). Si aún así tienes problemas, prueba a
hacer pausas más cortas y frecuentes.
También es importante
planificar tus actividades. Divide tus tareas y márcate objetivos a
corto plazo y más pequeños de lo usual. Si en algún momento todavía
tienes que luchar, cambia un rato a alguna tarea que no requiera una
gran dedicación. Quizá te apetezca despejarte y aumentar tu energía
dando un paseo corto y ligero, o simplemente saliendo fuera y respirando
hondo.
Cuanto más tiempo estés sin fumar, más enérgico te
sentirás. Así que procura no malgastar esa energía haciendo horas extra,
dedícate algo de tiempo a ti mismo: intentar abarcar demasiadas tareas
es lo peor que puedes hacer por tu concentración.
Echar de menos el tabaco
Mucha gente lo echa de menos. De hecho, hay quien compara dejar de
fumar a perder un viejo amigo o quien siente que una parte de si mismo
se ha ido con él. Quede claro que sentirse así es bastante normal.
Después de todo, piensa que has estado fumando un tiempo considerable y
por ello es comprensible que inconscientemente llegaras a considerar los
cigarros como una extensión tuya.
Es perfectamente normal
sentir esta pérdida durante algún tiempo. Sea como fuere, cuanto más te
convenzas de que ese supuesto viejo amigo es en realidad un enemigo
despiadado, más convencido estarás de los enormes beneficios de dejarlo y
menos lamentarás su pérdida.

A medida que avances en el proceso de deshabituación, tú mismo te darás
cuenta de ello y te enorgullecerás de haber sido suficientemente fuerte
para poner tu salud en primer lugar y no hacer caso de la incitante y
traicionera voz de tu adicción.
De momento, sigue desarrollando
alternativas a tus rutinas como fumador y respondiendo rápida y
contundentemente a cualquier cosa que despierte en ti el deseo de fumar.
Este es un combate entre tú y tu adicción… ¡y vas a ganarlo!.
Sentirse incómodo durante los descansos
Quizá hayas dejado de hacer alguna de las pausas que solías hacer.
Puede que tu próximo objetivo deba ser llegar a sentirte cómodo durante
todos tus descansos y en todas las circunstancias en que estos se
produzcan.
Para llegar a este punto necesitarás retarte a hacer
descansos en situaciones fuertemente relacionadas con el tabaco. Quizá
valores poco esas pausas ahora que no puedes fumar, pero es importante
que te enfrentes a ellas para demostrarte que ya no las necesitas.
Tomarte descansos regulares es bueno y te animamos a que sigas
haciéndolo. Con todo, un toque de atención: asegúrate que tu exposición a
estas escenas no te lleven a una recaída; no te lances a una situación
de alto riesgo sin estar preparado.
Es habitual sentirse
incómodo durante las pausas, ya que ahora que no fumas puede parecerte
que no tienes nada que hacer. No temas, con el tiempo te acostumbrarás,
si bien puedes desarrollar tus propios rituales para hacerlo más fácil.
Éstos pueden variar muchísimo: deberás descubrir qué te funciona, aunque
algunas de las opciones son beber o picar algo, caminar con los amigos
en lugar de quedarse parados o encontrar un nuevo interés común (como
hablar sobre música, política o deportes).
Si socializas
durante estas pausas, intenta hacerlo con otros no-fumadores,
preferentemente en un área en la que no se permita fumar. Entendemos
quizá esto suponga tener que conocer gente nueva, lo cual puede ser un
desafío. Si no quieres cambiar de grupo, intenta a corto plazo evitar al
grupo de siempre mientras convivir con fumadores te resulte difícil.
Seguro que los miembros de dicho grupo comprenderán por qué lo haces, y
cuando te creas preparado para volver a unirte a ellos sin sentirte
tentado, hazlo llevando una alternativa al cigarrillo (como algo de
fruta o una bebida). Pero asegúrate de que sea algo que no tuvieras
previamente asociado con el tabaco. Quizás quieras pedirle a tus amigos
que no te den un cigarro… ¡pase lo que pase!
Sentirse mal cuando las cosas no vayan bien
Sabemos cuán problemáticos pueden ser los sentimientos negativos a la
hora de seguir sin fumar. Gran parte del problema es que la gente cree
que el tabaco les ayuda efectivamente a sobrellevar esas situaciones y
se aferran a esta creencia incluso cuando han dejado de fumar. Si a ti
te pasa, nos gustaría que desafiases esa creencia confrontándola con
hechos evidentes.
Fumar no te ayuda a relajarte: incrementa tu ritmo cardíaco y por ello es físicamente imposible que sea relajante.
Fumar parece disminuir el estrés, pero sólo alivia la tensión provocada
por la propia adicción a la nicotina. Las investigaciones confirman que
el único momento en que los fumadores se sienten tan relajados como los
no-fumadores es inmediatamente después de fumar y que cuando se deja el
tabaco los niveles de estrés se reducen gradualmente.
El acto
de fumar también puede parecer reductor del estrés porque rompe con
otras actividades. Además, respirar profundamente (aunque sea aire sucio
al tragar el humo del tabaco) induce una respuesta relajante de forma
natural. En definitiva, los aspectos del tabaco que reducen el estrés
pueden lograrse sin él.
Prueba a respirar hondo y exhalar
lentamente… Hay otras muchas técnicas de relajación: ejercicio ligero,
estiramientos musculares, un largo baño caliente… A lo mejor no te
parecen tan efectivas a corto plazo pero si perseveras descubrirás que a
medida que te habitúes serás feliz con los resultados. Ten en cuenta
que muchas veces aquellos a los que más lucha les cuesta dejar de fumar
son aquellos que más reacios son a buscar alternativas.
Otra
cosa importante es tener un plan ante cualquier posible problema.
Imagina una de esas situaciones y pregúntate que harás en lugar de fumar
si llega el caso. Cuando encuentres la respuesta, tenla en mente como
tu futura estrategia. Puede ser algo como pasar el rato con un amigo
no-fumador muy cercano o hacer ejercicios de relajación. Sigue
recordándote que fumar no es solución a problema alguno y que no
recurrirás a ella si los problemas crecen.
Si sigues nuestro
consejo y pruebas estas estrategias te resultará mucho más fácil seguir
sin fumar. Lo último que querrás será recaer meses después, o incluso
años, sólo porque sigues aferrado a la falsa creencia de que el tabaco
te puede ayudar a lidiar con una emergencia.
Sentirse incapaz de disfrutar de los buenos momentos
Sabemos que puede parecer que se disfruta menos de algunas ocasiones si
no se puede fumar en ellas. Quizá quieras desafiar la validez de esta
idea. Esto significa plantearse ¿de verdad el tabaco hizo mejor la
situación? ¿de verdad te pierdes algo por no fumar? ¿de verdad
disfrutaste tanto de todos y cada uno de los cigarrillos que fumaste en
esas circunstancias o es sólo un recuerdo? Intenta rememorar lo mal que
te sentías después de una noche fumando como un carretero y cómo
apestaba tu ropa.
Puede suceder que te sientas incómodo en
algunas situaciones sociales, que pueden ser difíciles cuando se deja de
fumar, y especialmente si el tabaco jugaba un papel importante en
ellas. A medida que ganes confianza será bueno que te expongas a esas
situaciones con tus estrategias para lidiar con ellas en mente.
Insiste en que el tabaco es sólo un recuerdo y que vas a sustituir ese
recuerdo por nuevas formar de pensar y actuar. Tómatelo como un reto
personal y aspira a conseguirlo.
A lo mejor quieres ensayar
mentalmente esas escenas antes de entrar en la situación real.
Visualízate, por ejemplo, interactuando con otros fumadores y pasándolo
bien sin tabaco. Ensaya también qué va a decir si alguien te ofrece un
cigarrillo: quizá quieras avisar a tus amistades de antemano de que no
te ofrezcan tabaco bajo ninguna circunstancia. O puede que prefieras
elegir a alguien de tu confianza para que actúe como guardián y te
impida cometer un desliz.
Mantén en mente todo lo que estás
ganando y lo que ganarás al dejarlo y recuerda que un solo cigarrillo
echaría a perder todo lo conseguido hasta el momento.
Si aún
así encuentras que has de luchar en las situaciones sociales, puedes
intentar otros métodos. Ten siempre algo entre manos, si puedes evita
por completo el alcohol (o si no cambia de bebida) e intenta estar cerca
de no-fumadores y lejos de los fumadores y su humo (por si te resulta
una tentación).
Y si todo falla, ¡huye! No tienes por qué
marcharte, puedes ausentarte momentáneamente para refrescarte (ir al
aseo es una buena excusa). Sal afuera un minuto, respira hondo unas
cuantas veces y recuérdate que tu deseo de fumar se basa en falsos
recuerdos.
Es una batalla que estás ganando. Después, vuelve y disfruta de tu victoria sobre la adicción.